CASTILLO MARTINEZ FANNY A
SISTEMA NACIONAL DE INSTITUTOS TECNOLOGICOS (SNIT) Y SU HISTORIA
Durante la etapa del nacionalismo revolucionario en México, mismo que se gesta una vez terminada la revolución, se gestan las bases de lo que posteriormente sería el Sistema Nacional de Institutos Tecnológicos (SNIT) cuyo objetivo sería la formación de recursos humanos dedicados a las áreas de la ingeniería. Una de las acciones más significativas para la configuración del SNIT fue la creación del Instituto Politécnico Nacional (IPN) el cual tenía como meta establecer las bases educativas para el desarrollo tecnológico nacional dentro de los sectores industriales y de servicios. Esta etapa considerada como nacionalista y revolucionaria se formaliza en la práctica durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas (1934–1940) y representa un periodo de consolidación del proyecto político resultante de la revolución mexicana caracterizándose porque en él se establecen las bases de lo que vendría a ser el moderno Estado mexicano. El gobierno cardenista desarrolla las bases económicas políticas y sociales sobre las cuales el Estado mexicano despegaría como un proyecto sustentable posterior a una época aún confusa e inestable como lo fue la posrevolución. La política central del cardenismo consistió en generar las instituciones que permitiesen un desarrollo estable y continuo del proyecto político de la revolución mexicana. Se trató en todo caso de establecer los cimientos para la generación y desarrollo de una burguesía nacionalista que permitiese un crecimiento sostenido sobre bases económicas, políticas y sociales estables y firmes.
“El proyecto nacionalista parte de la hipótesis general de que, en esta etapa del desarrollo nacional, las necesidades del país pueden ser mejor satisfechas si se recogen y actualizan los planteamientos y demandas populares que dieron origen a la Revolución mexicana, si puntualmente se aplican los postulados de la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos y si se aprovecha y desarrolla la rica experiencia de la alianza entre organizaciones de masas y gobierno, como la habida durante la administración del presidente Cárdenas que hizo posible la realización de profundas reformas sociales y la formación de un Estado nacional vigoroso y atento a los intereses populares”. (Cordera, 1981, p. 107)
De igual forma, el periodo cardenista fue la etapa de fundación del Estado corporativo. A la sazón, en ella se desarrollan las grandes centrales obreras con un carácter orgánico. Se establece de manera concreta lo que vendría a ser el partido de Estado, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), resultante de esa gran confluencia de intereses en muchos casos contradictorios que fue la revolución mexicana institucionalizada.
“En efecto, el Estado asumió la política de conciliación de clases, cuyo fin esencial era fortalecerse a sí mismo e impulsar el desarrollo industrial del país. Para lograr esto, los gobiernos posrevolucionarios se preocuparon por controlar al movimiento obrero, el cual había de servirles como una importante base social de apoyo y como un instrumento contra los sectores sociales privilegiados que se oponían al régimen, para exigirles su colaboración en la tarea de desarrollar la economía nacional”. (Anguiano, 1982, p. 22 )
El PRM, transformado posteriormente en Partido Revolucionario Institucional (PRI), basó su éxito en dos amplias estrategias; por un lado el desarrollo y posterior anexión orgánica de las grandes centrales obreras, campesinas y populares, por otro el haber retomado los principales postulados sociales surgidos de la revolución, estableciéndose como un partido de Estado, procurándole a éste, dentro de un esquema de economía mixta, el carácter de benefactor.
“En el proceso de definición del esquema de crecimiento del proyecto nacionalista-que implica rehabilitar las articulaciones intersectoriales y ampliar y diversificar la base productiva, al Estado le corresponde, de entrada, imprimir nuevos estímulos a la producción y a la acumulación mercantiles, es decir, recuperar o reactivar su papel de entidad exógena respecto del mercado, tomando en cuenta los intereses de las clases populares. En definitiva, el Estado debe asumir programáticamente el pleno empleo y la elevación sostenida de las condiciones de vida de los trabajadores del campo y la ciudad”. (Cordera, 1981, p. 114)
Una acción sustantiva para desarrollo de la burguesía nacional y de un aparato productivo que permitiese generar el progreso fue precisamente el diseño y operación de un sistema educativo de carácter técnico, y concretamente de nivel superior, que pudiese en su momento responder y solucionar problemas así como proveer de mano de obra calificada para sostenerlo y darle viabilidad. La filosofía del incipiente proyecto educativo nacionalista evidentemente se encontraba inspirada en los ideales y los valores de la revolución.
“Además de definir las atribuciones del Estado en materia de enseñanza y el papel de los particulares en esta tarea, de establecer límites y prohibiciones a cierto tipo de corporaciones y personas en materia educativa y de señalar los criterios que deben orientar a la educación, el artículo tercero constitucional precisa el contenido y alcance de la democracia al considerarla “no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. (Cordera, 1981, p. 108)
Bajo esas circunstancias se fundó el Instituto Politécnico Nacional (IPN) que, de acuerdo con la óptica cardenista, no solamente sería la base sobre la cual se desarrollaría y enriquecería el proyecto industrial del México posrevolucionario y de acuerdo a la lógica ideológica del cardenismo, sería la institución mediante la cual los hijos de los trabajadores podrían acceder a la educación superior y a un futuro mejor. En este sentido, se afirma que el IPN es la base sobre la cual posteriormente se desarrollaría un sistema educativo nacional orientado hacia la técnica.
Aun cuando con anterioridad al periodo cardenista en México existieron otros proyectos de industrialización, así como de educación técnica, se considera que es a partir de la fundación del IPN que se puede hablar propiamente de un proyecto educativo tecnológico de nivel superior y con una visión verdaderamente nacional. La creación en 1936 de este instituto, previsto en el plan sexenal del gobierno de Lázaro Cárdenas, es el puntal para la generación de una nueva visión educativa. En este sentido Cárdenas afirmó que durante su gestión se crearían “politécnicos locales o regionales para formar los capitanes y el estado mayor de las clases obreras del país”. (SEP, 1998, p. 31)
Como proyecto educativo el IPN transitó durante un buen tiempo en la ambigüedad. Considerado como un organismo nacional, su concepción política y organizacional estaba marcada por el corporativismo que privaba en todos los ordenes sociales de la época. Sí bien es cierto se concibió como nacional, no logró en la práctica extender su operación a este nivel. Originalmente su carácter nacional se significó por la anexión y administración de diversas escuelas e institutos, que como tales, en su gran mayoría ya existían en provincia, siendo éstos producto de esfuerzos locales o regionales dispersos. Por otro lado esa misma fusión significó una disgregación ya que los ámbitos de operación educativa de esas escuelas variaban desde la capacitación técnica meramente informal (ciertos niveles que pudiesen ser ubicados en la actualidad en el nivel de capacitación básica) hasta algunos programas de nivel medio superior y superior, dando como resultado una argamasa de escuelas y programas diversos y desperdigados. “Los planteles educativos que originalmente integraron el sistema politécnico se clasificaron de acuerdo con los grados de enseñanza que impartían, en escuelas pre vocacionales, vocacionales y profesionales. De 79 planteles, 34 estaban ubicados fuera del Distrito Federa,”. (SEP, 1998, p. 33)
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